Sentir el aguijón,
saber que no es real
y aún sentir el dolor,
la aguja invisible punzante
incrustada en mi dermis.
La acechanza intranquila y constante
que dìó conmigo en el momento menos esperado.
Caer en un letargo
y despertar en lugares desconocidos
con la hoja del fármaco,
que me pudre y asesina
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