Al escuchar ese cántico
me traslado al lugar
donde recordábamos
que no solo somos
hijos de la tierra,
sino de la laguna
y el mar.
Siempre en movimiento
y en transferencia de energía,
que se disipa cada vez más
conforme pierde fuerzas el río,
conforme se rompen conexiones
y la sombra del egoísmo nos alcanza.
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