bailaban dos extraños,
o eso quise pensar,
esperando que uno fuese
el ángel del otro.
Poco a poco,
acercándose al corazón
cada vez más vulnerable
por los giros de una eternidad.
Las horas traslapándose a su lado
y el sudor corriendo por su dermis
mientras un paso más era ejecutado.
La luz tenue que les cobijaba
algún día los hará recordar
o quizá el momento y el lugar
resida en el olvido sin preavisos.
Fotografía: Gabrielle Castillo
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