miércoles, 12 de julio de 2017

A Goya por Rubén Darío

Poderoso visionario,
raro ingenio temerario,
por ti enciendo mi incensario.

Por ti, cuya gran paleta,
caprichosa, brusca, inquieta,
debe amar todo poeta;

por tus lóbregas visiones,
tus blancas irradiaciones,
tus negros y bermellones;

por tus colores dantescos,
por tus majos pintorescos,
y las glorias de tus frescos.

Porque entra en tu gran tesoro 
el diestro que mata al toro,
la niña de rizos de oro,

y con el bravo torero,
el infante, el caballero,
la mantilla y el pandero.

Tu loca mano dibuja
 la silueta de la bruja 
que en la sombra se arrebuja,

y aprende una abracadabra
 del diablo patas de cabra
 que hace una mueca macabra.

Musa soberbia y confusa,
ángel, espectro, medusa.
Tal aparece tu musa.

Tu pincel asombra, hechiza,
ya en sus claros electriza,
ya en sus sombras sinfoniza;

con las manolas amables,
los reyes, los miserables,
o los cristos lamentables.

En tu claroscuro brilla
 la luz muerta y amarilla
 de la horrenda pesadilla,

o hace encender tu pincel
 los rojos labios de miel
 o la sangre del clavel.

Tienen ojos asesinos
 en sus semblantes divinos
 tus ángeles femeninos.

Tu caprichosa alegría
 mezclaba la luz del día
 con la noche oscura y fría:

Así es de ver y admirar
 tu misteriosa y sin par
 pintura crepuscular.

De lo que da testimonio:
por tus frescos, San Antonio;
por tus brujas, el demonio.

Rubén Darío




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